TRAS LA HUELLA DE JUAN

🥾 Cortijo de Tortas, Tejo Viejo y el Chorraero 🥶

El pasado enero, con el aire frío y la promesa de paisajes invernales, nos lanzamos a explorar una ruta fascinante siguiendo los senderos PR AB32 y PR AB23. Una jornada que nos llevaría desde la serenidad del Barranco del Ciervo hasta la increíble sorpresa de una cascada congelada.

El Comienzo: Siguiendo el Murmullo del Barranco

Nuestra aventura comenzó en las inmediaciones del Cortijo de Tortas, donde tomamos el camino señalizado como PR AB32. Este sendero, que avanza en agradable compañía del Barranco del Ciervo, nos sumergió poco a poco en la naturaleza. Avanzamos por este tramo bien marcado hasta encontrar un desvío crucial a nuestra izquierda: era el momento de incorporarnos al PR AB23, con dirección al «Refugio de la Lagunilla».

Ascenso y Vistas: Hacia el Tejo Milenario

Aquí comenzó la ascensión del día, un esfuerzo que nos llevó hasta la Cocota del Barranco del Ciervo. ¡Y qué recompensa! Desde este punto elevado, pudimos disfrutar de unas vistas magníficas, con la silueta de la Almenara dominando el horizonte. No nos detuvimos mucho, pues una senda más estrecha nos llamaba, invitándonos a descubrir uno de los tesoros de la zona: el milenario Tejo Viejo. Atravesar la umbría, con la presencia imponente de este anciano del bosque, fue un momento especial antes de que el sendero se ensanchara de nuevo, guiándonos en descenso hasta el Refugio de la Lagunilla, alcanzado tras unos 7 kilómetros de marcha.

Rumbo a la Sorpresa Helada

Con las pilas algo recargadas (metafóricamente hablando), continuamos por el PR AB23, también conocido como el Camino histórico Paterna de la Madera – Riopar. Nuestro siguiente hito fue la Fuente de la Fuenfría, a la que llegamos tras casi 9 kilómetros desde el inicio.

En esta encrucijada de caminos, tomamos la senda de la izquierda, sin abandonar el PR AB23. Apenas unos 500 metros más adelante, una señal nos indicó el desvío hacia El Chorraero. Unas escaleras nos esperaban para bajar al corazón del paraje y… ¡sorpresa! Las bajas temperaturas de enero habían obrado su magia: la cascada de El Chorraero estaba completamente congelada, ofreciéndonos una visión impresionante, una auténtica escultura de hielo que nos dejó maravillados.

El Regreso: Cerrando el Círculo

Tras contemplar este espectáculo natural, tocó desandar el camino por las escaleras para retomar la senda principal. Desde allí, un descenso progresivo nos fue acercando de nuevo a la civilización, hasta desembocar en la carretera CM-3216. Una vez en el asfalto, giramos a la izquierda y, sin más desvíos, la propia carretera nos condujo de vuelta al punto de partida, el Cortijo de Tortas, cerrando así una jornada de senderismo memorable.